Aunque hoy tiene más movimiento, Villa La Angostura sigue sintiéndose como un pueblo chiquito. Y eso se nota: el panadero te saluda por tu nombre, la señora del súper te recomienda qué yerba está en oferta y si perdés algo, alguien seguro lo deja en el lugar para que lo busques.
No es solo paisaje, es comunidad. Y eso se nota en los detalles: carteles pintados a mano, bancos de madera en las esquinas, ferias de artesanos con gente que realmente hace lo que vende.
“Angostura no te grita. Te habla al oído. Y si te quedás un rato, hasta te cuenta secretos.”